martes, agosto 31

El cielo no azul

Así es...

En este sitio en donde vivo, a pesar de que casi nunca llueve -el año pasado llovió 5 veces... sí... 5, y este no ha llovido más que un solo día, que nos pegó un norte y llovió... 10 minutos- el cielo no es siempre azul.

Y me preguntarán... "¿cómo?"... pues fácil... la luz del sol es tremendamente fuerte, y hay un porcentaje de arena en el aire que nubla un poco el cielo, además de que la humedad tan alta crea una especie de nubes "casi transparentes" que también hacen que la cosa esté como que nublada... osea... como fuera de foco...

Pero no es la meteorología de lo que quería escribir, sino del cielo azul... aunque no sea azul... osea, no es ponerse poético, sino decir más bien que una de las cosas que más extraño de otros sitios en los que he estado es el color del cielo, y no lo digo en broma... aquí en donde el cielo tiene un color como "azul con mucho gris" resulta que tampoco hay muchos otros colores... la vista va del "casi azul" del cielo al color arena (en diferentes tonalidades) del desierto, y a pesar de que el desierto es fascinante y tiene una gran belleza exótica, uno termina por empezar a extrañar otros colores... no hay verde, no hay rojo, no hay naranja, no hay esas mezclas explosivas de colores que pueden verse -por ejemplo- en jardines y parques en otros lugares... no hay flores, no hay abejas, no hay nubes, no hay ni madres, pues...

Y la verdad es que extraño todo eso... lo extraño porque después de mucho tiempo aquí me he dado cuenta de que me hacen falta los colores... me hace falta ese montón de sensaciones que despierta un entorno lleno de colores... y por ende, me hacen falta aromas y sabores, y me hacen falta sonidos...

No puedo oler hierba mojada, ni tierra negra, no puedo probar cosas silvestres porque... bueno, porque no hay... y no me entiendan mal con los sonidos... el silencio absoluto del desierto es fascinante y he aprendido a disfrutarlo como pocas cosas, pero si me regreso hacia mi esencia, pues sí... me hace falta escuchar... me hace falta escucharme a mí mismo, y me ha hecho falta por algún tiempo. No confundirse... adoro el silencio (incluso el mío), pero el sentido del oído es una de las cosas que me hacen sentirme vivo en cuanto a escuchar "lo que me llega", y mirar hacia adentro es una de las cosas que me hacen sentirme vivo si se trata de escuchar "lo que me sale".

La pregunta obligada ahora es "¿Y qué coño tiene que ver tu asunto con el cielo azul?"... nada en realidad, pero escribo esto porque en estos años (y en este último mes y medio en especial) me he dado cuenta de que uno puede ser muy bueno para muchas cosas y tener mucha vida y pasársela muy bien y divertirse como loco, pero si hace falta lo esencial -lo que sea que "esencial" signifique, porque imagino que debe ser distinto para cada uno- pues no puede uno sentirse "completo"... no hablemos de felicidad o no, porque no es ese el punto... hablemos de "sentirse bien con lo que uno lleva dentro"... es decir, sentir y saber que todo lo que uno es está ahí, y que está ahí siempre y a toda hora... saber que uno se siente bien y sabe que es porque se quiere y porque se preocupa por sí mismo... y saber sobre todo que uno es libre de ser quien es sin renunciar a nada.

No quiero decir que eso implique no preocuparse por los demás, y sí quiero decir que estando bien con uno mismo, es mucho más fácil estar bien con los demás... es decir, estar bien con uno mismo implica, entre otras cosas, no tener que esforzarse para que otros sepan cuánto significan, para que sepan qué tan importantes son... no tener que pensar todo el tiempo qué es lo que hay que hacer para que otros se sientan cómodos (o cómodas) con nosotros... conmigo. Y para eso necesito, ante todo, saber que estoy bien y que me tengo a mí.

Así que, como pueden ver, el cielo azul es una de las cosas que me hacen sentir vivo, y por eso lo extraño, igual que últimamente me extraño a mí...

Tengo que escucharme, coño...

Ahí se quedan.

Nalgador.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces escucharnos a nosotros mismos, no es del todo grato, pues implica enfrentarnos a nuestros monstruos internos, los que justamente nos hacen perder la cabeza por personas, por situaciones, por momentos que a la larga te das cuenca de que en realidad no se veían ni tenían para tí lo que tanto deseabas.
Lo básico es lo que dices... no perderte, permanecer contra viento y marea aferrado a tu esencia, a tu naturaleza que te hace ser quien eres. :)