Pendencia De La Concepción Rico Ruiz vivía en Dolores Hidalgo a finales del siglo XVIII. Según consta en actas, la cosa fue así:
«El veintitrés de septiembre del año del Señor de mil setecientos ochenta y cinco, con licencia del Sr. Dr. y Mtro. D. Juan Ignacio de la Rocha, cura propietario de esta Santa Iglesia, Yo el Sr. D. Ignacio de Zupia, Bapticé a una infante que nació el dieciséis del presente mes, púsele por nombres Pendencia De La Concepción Rico Ruiz, hija lexítima de lexítimo matrimonio del Sr. D. Espiridión Rico, campesino de esta ciudad y de Da. Eufrosina Ruiz; fue su padrino el Dr. D. Francisco González, Médico de Dolores. Firman Dr. y Mtro. Juan Ignacio de la Rocha y D. Ignacio de Zubia [Rúbricas].»
(n. del a.) El Sr. D. Ignacio de Zubia, Notario local de entonces, escribió años después en sus memorias tituladas “Los Libros y Yo, memorias de un Notario de Dolores”, (Nalgador Sobo Ediciones, vigésimo segunda edición © 2009) el siguiente texto: “respecto a la pobre Pendencia, aclaro aquí que no he sido yo responsable de tan tremendo patronímico, y que me parece un insulto fuera de toda decencia llamar a alguien usando semejante expresión, pero dado que era la voluntad de los progenitores por la Gracia de Dios, no me quedó más que apechugar y omitir mis opiniones, aunque no deseo ser recordado por tener la poca madre de haber puesto ese nombre a tan hermosa niña”
El nombre se debió a que el día que ella nació su papá llegó de trabajar directo a la parroquia a ver a su hija recién nacida. El buen Espiridión hablaba Mazahua y casi nada de castellano –el Mazahua es la lengua de la tribu Mazahua que vivía en la región desde que se llamaba Cocomacán que significa ‘lugar donde se cazan las tórtolas’- y pensó que "pendencia" era el nombre de la matrona que "le había nacido" a su hija –es decir, fue lo único que entendió de toda la frase "señor, su hija está muy bien y está en la dependencia de atrás", que fue lo que le dijeron cuando preguntó dónde podría encontrar a la niña. Osea que la cosa quedó en “Pendencia” en honor a la inexistente matrona, y De La Concepción por aquello del nacimiento… una manera muy autóctona y ciertamente onomatopéyica de rendir homenaje a “la mujer que nace niños”.
Pendencia tuvo una infancia y una vida normales para aquellos tiempos... a los 12 era una muchacha bajita y de cara dura pero hermosa y el cuerpo torneado por el trabajo diario, el cabello negro comprimido en dos gruesas trenzas larguísimas adornadas con listones de colores, la piel de cobre y un par de ojazos de obsidiana de mirada casi mortal... en días normales solía vestirse con una blusa blanca de algodón con bordados en el pecho, una falda larga negra o café obscuro, y unas sandalias.
Tenía además un genio tal que casi concedía deseos... ya muy chica le tiraba piedras a los muchachos que la molestaban con excelente puntería, y una vez le tiró tres dientes y le rompió la nariz a un pelafustán fuereño que -sin saber en lo que se metía- se atrevió a decirle "mi alma" en el mercado.
El asunto estuvo así: Al pasar entre un puesto de aguacates y uno de piloncillos, Pendencia escuchó el piropo que le lanzó el desafortunado, se detuvo, peló los ojos, se dió la vuelta, centró al tipejo con la mirada, y con un revés que hubiera hecho morirse de envidia a María Sharapova en una final de Wimbledon le estampó al imprudente la canasta llena con el mandado en plena mandíbula, tirándole los dientes... ella siempre dijo que la nariz se la rompió él mismo cuando se cayó al suelo, pero algunos dijeron que Pendencia había dejado la canasta en el suelo, asumido la posición de una experta en jiu-jitsu (que aprendió por correspondencia) y al mejor estilo “joligud” le había recetado un patín de órdago entre ceja, oreja y madre… la lengua popular cuenta que después de tremenda exhibición, ella le dijo “ándele su mercé… vuélvamelo a decir”… el incidente es sólo una de varias "desavenencias" de las que la hicieron famosa.
La combinación "temperamento + jiu-jitsu" hizo que, a pesar de ser muy atractiva, Pendencia no fuera precisamente la muchacha más cortejada del pueblo... eran pocos los que se atrevían a intentarlo por miedo a las lesiones (el IMSS no existía en aquellos tiempos, y no había seguros de gastos médicos mayores)... tan pocos eran los pretendientes que a los 17 años seguía soltera. No parecía importarle, pero en secreto Pendencia estaba hasta las manitas por Lamberto, un buen mozo que además era trabajador y decente y que, aunque se fijó en ella -como todos los jóvenes del lugar- creyó conveniente evitarse el temperamento de enano de blanca nieves con síndrome premenstrual y se decidió por Margarita la hija del tendero, que si bien no era tan guapa y tan entendida, sí tenía un carácter bastante más suave.
Como no había "cortejadores" suficientemente valientes para aguantar vara, Pendencia buscaba qué hacer en sus ratos libres y así se acercó a las monjas de la orden de las Hermanas ‘Sisters Of The Soul’ que tenían un convento-fonda-jardín-hortaliza-spa-boutique en la localidad. Allí aprendió a leer y a escribir, y encontró que ambas actividades eran maravillosas... leer le permitía "ver" lugares que estaban más allá de los cerros y al otro lado del río, y escribir la dejaba poner lo que pensaba en papel y guardarlo... podía guardar lo que escribía y tenerlo para ella... y leerlo de nuevo, una y otra vez.
Al paso del tiempo y dada la falta de pretendientes, por recomendación y con autorización (más bien por resignación) de sus padres, Pendencia pasó a formar parte de la alineación titular de las ‘Sisters Of The Soul’ como “novicia delantera”, es decir, además de la oración se ocupaba de algunas tareas domésticas, en la huerta y en la sacristía, pero su tarea principal era cocinar, arte que dominaba con maestría… lo de “novicia delantera” era porque como los delanteros en el futbol, se hacía guey en casi todo pero metía goles a la mera hora (con los platillos que salían de la cocina). Pendencia encontró que la vida religiosa no era lo suyo, pero como podía leer y escribir en sus ratos libres sin tener que aguantar comentarios de la gente –sobre todo porque había voto de silencio- y sin tener que recurrir a la violencia para apaciguar a alguien, se sentía a gusto.
En aquellos años ya había en el aire un espíritu de pleito... los locales no querían seguir rindiéndole cuentas a los españoles por elementos gachos y porque decían que los criollos eran “ciudadanos de segunda”, y entre los naturales del lugar nadie estaba a gusto con el teatrito porque después de tantos años ya la cosa los tenía a todos un poco hasta el yoyo… cosas de las conquistas mal administradas, les llaman.
Para entonces, Pendencia cocinaba en la Parroquia del pueblo a petición del párroco Don Juan Ignacio de la Rocha (apodado “Juanete” por los amigos), y ahí conoció a un tal Cura Miguel Hidalgo que venía cada tres domingos a dar misa desde el Colegio de San Nicolás Obispo, sito en Valladolid (hoy Morelia) donde daba clases de latín, derecho sacerdotal, teología y computación... aunque la realidad es que venía porque se llevaba de cuartos con el Juanete… les gustaba jugar póquer, dominó y albures y los domingos que Miguelito venía agarraban unas trancas olímpicas después de misa entre comida cocinada por Pendencia y tragos de vino de consagrar con coca cola.
Un día el querido Juanete se cayó de su caballo deportivo por andar queriendo caracolear como charro profesional y quedó tan mal que ya no pudo regresar a ejercer su Sagrado Ministerio. Por esto y a petición de la Arquidiócesis local (y en realidad por falta de personal calificado), Don Miguel pasó de Catedrático del Colegio a Párroco. Pudo haberse quedado en San Diego de la Unión más cerca de las ciudades importantes, pero se mudó a Dolores por varias razones: el alojamiento estaba mejor, la comida de Pendencia era una maravilla, las ‘Sisters Of The Soul’ tenían una sala de hidroterapia de lo más avanzada y en la parroquia había cancha de squash (deporte que estaba ganando adeptos por doquier, y al que el cura se había aficionado).
Recién había llegado a la Parroquia, fue un día Don Miguelito a la cocina siguiendo el aroma maravilloso de pollo con mole verde y ahí estaba Pendencia sudando la gota gorda limpiado frijoles… el padre le preguntó con mucha familiaridad ‘buenas tardes… ¿qué hace que huele tan rico, sor Pendencita?’ ella lo miró como si le fuera a disparar con los ojos y le contestó ‘mire su ilustre mercé, yo le puedo cocinar todo lo que quiera, y le agradezco que me diga que huelo bien, pero si me vuelve a decir “Pendencita” le rompo su madre’… el Cura se quedó frío y a partir de ahí era nada más “Sor Pendencia”, aunque a escondidas la llamaba “La Capitana Pendencia”… también desde entonces empezó Miguelito a llevar un sombrero duro para protegerse de algún objeto volador que pudiera salir de la cocina, lo que le causó una calvicie prematura que todavía hoy se puede ver en los retratos y murales que hay de él.
Tal era el humor y el temperamento de Pendencia en aquellos años en que la rebelión se sentía en la atmósfera.
CONTINUARÁ
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1 comentario:
Historia y humor en un solo escrito lo hacen imperdible y maravilloso.
Es apenas lo primero que leo, y ya soy tu fan. Muchas gracias y felicidades!
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